jueves, 27 de noviembre de 2008

“De vez en cuando” (BUAP, 2008) de Isa González Presentan: Beatriz Meyer, Frank Loveland, Enrique de Jesús Pimentel e Isa González



Resaltaba Frank Loveland, durante la presentación del libro, el hecho de que expresiones como la ropa pegada al cuerpo o la carne sudorosa bajo la ropa fuesen una constante que recorre todos los cuentos de la presente colección. La ropa -continuaba Loveland- se manifiesta como algo que constriñe, no sólo en un sentido erótico, los movimientos de las protagonistas, sino también en un sentido más inmediato. Por lo que las protagonistas andan buscando una especie de liberación.



De igual manera, el deseo parece ser el común denominador de todas las historias en las que una galería de mujeres- desde una monja con fantasías febriles hasta una voluptuosa ama de casa- va satifsfaciendo o no, aquello que anhela.
En la mesa de presentación se subrayó el alto valor visual que la obra posee, así como el hecho de que estos cuentos no dejarán indemne al lector más exigente y éste podrá desesperarse o emocionarse pero no se aburrirá.





Isa González durante la presentación



miércoles, 26 de noviembre de 2008

Presentación de libro “Trabajos del reino” (Sexto Piso, 2008) de Yuri Herrera

Escribir una novela sobre el narcotráfico puede parecer un lugar común en una época en que éste se manifiesta de forma cotidiana. Para eludir el estigma, Herrera evade la utilización de palabras estrechamente relacionadas con este medio, como droga, narcotráfico, frontera. La novela, narrada por un cantante de corridos, se ha publicado en España y cuenta con una excelente recepción crítica. Una anécdota en torno a este libro, narrada por el mismo Herrera, alude al hecho de que el autor fue cuestionado sobre la posible profecía que la historia cuenta y los acontecimientos ocurridos en la realidad algunos meses después. Ante lo que Herrera contestó que no era necesario asumir el papel de mesías para contar sucesos que por la combinación de los elementos presentes en el medio, habrían de manifestarse tarde que temprano.
Escucha aquí el audio completo de la presentación
I, II, III,
------------------ José Luis Escalera y Yuri Herrera durante la presentación-----------------




martes, 25 de noviembre de 2008

Presentación de libro “Electricidad” (Sexto Piso, 2008) de Ray Robinson

Ray Robinson junto a su novela traducida al español

Entre las últimas novedades que este año nos depara, la editorial Sexto Piso presenta el libro Electricidad de Ray Robinson. La novela traducida del inglés nos presenta a Lily O'Connor, una mujer de 30 años que desde niña ha sufrido ataques de epilepsia. La novela inicia cuando dos policías le avisan a Lily que su madre está muriendo. Para cuando Lily llega a verla la madre ha muerto. La muerte de la madre está vinculada con el regreso del hermano de Lily, a quien ésta no veía desde que la madre entregó al Estado, junto a su hermano Mikey, para ser cuidados.
Publicada originalmente en 2006, la novela estuvo nominada al James Tait Black Memorial Prize (junto a la novela de Cormack MacCarthy, por cierto una de las mayores influencias de Robinson).
El éxito notable que la novela ha proyectado se refleja también en su traducción al alemán (sobre la que Robinson ha expresado que es tan diferente que parece una novela aparte) y en la filmación de un largometraje de próxima aparición.
Escucha aquí la presentación. I, II, III, IV, V



viernes, 21 de noviembre de 2008

Doble presentación de libros: “Revólver de ojos amarillos” (Almadía, 2008) de J.M. Servín y “Los niños de paja” (Almadía, 2008) de Bernardo Esquinca




“Siempre tengo cuidado antes de subir al metro de no pararme muy cerca de la orilla pues temo que alguien me empuje”. Las palabras de Bernardo Esquinca reflejan de buena forma las obsesiones que lo llevaron a escribir esta colección de cuentos. Esquinca coincide con Stephen King –por cierto uno de sus autores predilectos‑ al afirmar que el terror a las cosas cotidianas termina siendo una cuestión generacional. De esta manera, el terror se convierte en una especie de paranoia colectiva en la que una generación entera puede depositar sus angustias. El miedo a volar o la pérdida del ser amado, son algunos de los temas en los que Esquinca materializa el terror que recorre sus cuentos.
El autor mexicano también reconoció que estas historias son un homenaje a las películas de terror que vio durante su adolescencia, digamos Freddy Krueger y Jason.
El autor J.M Servín no pudo asistir a la conferencia, por contratiempos personales.
Escucha aquí el audio de la presentación
I, II, III,
---------------------------Bernardo Esquinca (izq) y Gerardo Carrera---------------------

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Presentación de la revista “Metapolítica” (volumen 12, número 62), número especial dedicado a la Revolución mexicana


A poco menos de que se cumpla un siglo del inicio de la Revolución mexicana la revista Metapolítica reúne a un grupo prestigioso de investigadores para intentar reformular este hecho histórico. Ricardo Moreno Botello, subdirector de la publicación, lo expresa en los siguientes términos “Una relectura de la Revolución mexicana como la que brota de la reflexión más atenta y crítica de los estudios especializados más recientes sobre el tema (sin dejar de lado notables obras de corte histórico-literario), no puede menos que desacralizar personajes y sacar a la luz, con toda su crudeza, las acciones y decisiones mediante las que se fue conformando un nuevo bloque político dominante en el ámbito nacional, aliado a la muy variada gama de grupos emergentes que tuvieron como escenarios los estados de la República.” (61)
El dedicar buena parte del presente número a la Revolución mexicana expresa también una nueva época en la historia de la publicación, que sin dejar a un lado los temas políticos sea más inclusiva con temas literarios y de artes plásticas sobre todo, así lo expresó el propio director de la revista durante su discurso.
Durante toda la velada fueron proyectadas, en unas mantas blancas que pendían sobre las cabezas de los presentadores, las imágenes que ilustran el presente número y que son obra del artista plástico oaxaqueño José Villalobos.

martes, 18 de noviembre de 2008

Presentación del libro "Diferencias" (Sexto Piso: 2008) de Goran Petrovich,


El escritor serbio Goran Petrovich presentó su última colección de cuentos. Sentados a la mesa también se encontraban la traductora del libro Dubravka Suznjevic, que hacía labores de intérprete, así como uno de los editores de la editorial Sexto Piso.
Los comentarios de Petrovich más bien cómicas anécdotas, que llegaban trabajados por la experimentada traductora tradujeron a su vez a un hombre cordial y sencillo, feliz de poder visitar México.
Poseedor de todos los premios literarios existentes en su país, este gigante de la literatura serbia expresó su desconfianza ante el afán de querer encajonar en un nombre (por ejemplo posmoderna) la literatura que él practica.
Gran lector de Julio Cortázar, Petrovich reconoció la amplia influencia que la literatura latinoamericana ha ejercido en su escritura.
-------------------------- Goran Petrovich y José Luis Escalera ----------------------------

sábado, 15 de noviembre de 2008

Presentación de libro “Ya merito amanece” (Nueva Esperanza, 2008) de Viviana Hinojosa, Carlo Corea y Manuel Taure



"Lo más feo de estar enferma es la noche. Nomás se pone todo oscuro y a mí me entra el miedo de que vuelva el nahuál. Ése que dicen que dando la noche sale a enfermar."
Esta historia ilustrada presenta a Nicolasa, una niña aquejada por un extraño mal que la obliga a dormir todo el día. El médico sugiere enviarla a la ciudad para ser atendida. La historia, contada por la misma Nicolasa, oscila entre el mundo fantasioso y mágico de la niña y el mundo exterior que la rodea.




UNE (Una Nueva Esperanza) es una asociación civil que ayuda a niños de bajos recursos con cáncer. El presente texto está destinado a ser parte del esfuerzo por ampliar un albergue que atiende a 80 niños al mes

sábado, 8 de noviembre de 2008

Grupo Kenya

El viernes 7 de noviembre a las 20.00 horas el Grupo Kenya ofreció un concierto
de pop-rock en Profética, la Casa de la lectura.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Presentación del libro "Araceli. Nicaragua 1976-1979, la voluntad de vivir" (BUAP, 2008) de Emma Yanes













Dialogan:


Carlos Figueroa, Maria Eugenia Sanchez Diaz de Rivera,
Sergio Mastreta y Emma Yanez

Presentación del libro "Marcel Duchamp. Itinerario de un desconocido" (Itaca, 2008) de Jorge Juanes













El también autor de Goya y la modernidad como catástrofe, resalta en su
libro sobre Duchamp el hecho de que todo el mundo hable acerca del
creador del ready made sin ni siquiera conocer su obra. De ahí que
desde el título, el libro de Jorge Juanes plantee un cauteloso
acercamiento a uno de los vanguardistas más importantes del siglo XX.



--------------------------------------Jorge Juanes y Oscar López durante la presentación---------------------------------


sábado, 1 de noviembre de 2008

Lecturas en voz alta con Rodolfo Castro

“La noche del lector”
Especial de día de muertos

Cuando los libros hablan en voz alta.

Lecturas en voz alta con Rodolfo Castro.

jueves, 30 de octubre de 2008

`Presentación del libro "El animal sobre la piedra" (Almadía, 2008) de Daniela Tarazona















Además de la propia autora, Gabriel Wolfson (izquierda) y Frank Loveland comentaron el libro.

Se incluye el texto leído por Gabriel Wolfson durante la presentación:


'Antes de hablar de El animal sobre la piedra me gustaría decir algunas barbaridades sobre el trabajo de edición que acompaña al texto. Creo que con este título, la empresa Almadía puede estar muy tranquila en cuanto a lo que, con cierto candor, prometen ellos mismos en el colofón: “Este libro pertenece a la colección Mar Abierto de Editorial Almadía, donde se da cabida a los viajes más ambiciosos y logrados de la narrativa contemporánea, aquéllos que descubran islas inexploradas o transmitan la experiencia de la inmensidad oceánica”. Diría también que, así como la portada me parece un acierto de diseño (un tacón superficial que encubre a un magnífico y concéntrico reptil), el papel de interiores no dista mucho del que los domingos nos deja manchadas las manos tras el repaso de dos o tres periódicos. Se me dirá que es un material más económico o ecológico; tal vez, pero no es el papel que uno asocia con los libros perdurables, los que no deberían volver a la máquina trituradora tras unos cuantos meses de venta irregular. Por último, el muy coqueto diseño del libro ofrece también un separador desprendible, donde se lee la siguiente cita entresacada de sus páginas: “Esa fue la primera vez que secreté veneno”. Uno lee eso y piensa: tengo en mis manos el guión de una telenovela producida en Miami, el parlamento de la más malvada de la serie que, caída en desgracia, se confiesa ante el cura del pueblo, de gustos tan líricos como lúbricos, o bien la historia de un gángster ilustrado que le cuenta a sus nietos cómo fundó su imperio. Gracias a que conozco a Daniela Tarazona desde hace algunos años pude contrarrestar esta lógica publicitaria y decirme: Daniela nunca escribiría algo así.
También debo ser honesto y decir que, por conocerla, me vi obligado a continuar la lectura tras de que las veinte primeras páginas me dejaron frío. Sentía una prosa artificiosa, frases afectadas por el deseo de parecer inusuales, una narradora encantada con la conjugación en primera persona y demasiado confiada en sí misma, en la contemplación de su propio ombligo. Entonces decidí: voy a continuar y a terminar el libro, y escribiré un par de páginas elogiosas para salir del paso. El resultado fue que en efecto concluí la novela y descubrí lo siguiente: el problema no estaba, desde luego, en esas veinte páginas iniciales sino precisamente en que conocía a Daniela y esperaba encontrarme su voz en esas páginas, su voz cotidiana que hace unos años escuchaba a diario. El problema estaba, pues, en mis mediocres expectativas, porque lo que luego me quedó muy claro que encontré ahí era justamente lo que todo narrador sueña con lograr: una otra voz, la voz que atestigüe que se ha creado un personaje, que registre la creación de una nueva estirpe. Al final, esta prueba no planeada me parece irrebatible: mi convicción de que se trata de una gran novela no dependió en ningún momento del fervor previo de la amistad, de los regateos del afecto. Diría más: el libro me enseñó a no leerlo ni siquiera bajo las complicidades generacionales, como si me dijera: ten calma, ten paciencia, permite que se aparten un momento tus tres o cuatro frases hechas con las que juzgas lo que se escribe ahora y aquí, deja que pase lo que haya de pasar.
¿Y qué voz es esa? Podría empezar describiéndola así: toques de Amélie Nothomb, quizá del cuentista catalán Quim Monzó, quizá también cercanía con la prosa de Guadalupe Nettel: una sensación entre naïve y atroz, uno no sabe si lo que se nos cuenta es terrible o sólo irónico. Pero esta es una impresión fácil, muy por encimita. Se me ocurre otro par de nombres para dar una mejor idea de lo que descubrimos en El animal sobre la piedra: Clarice Lispector y Jesús Gardea: ecos de las imágenes de Lispector, huecos desolados como los de Gardea. Sí, pero más que eso, la lucha por un decir propio, como si el lenguaje no estuviera del todo desarrollado y hubiera millones de cosas aún no dichas, entre ellas algunas de las cosas más simples; como si nos encontráramos en unos extraños albores de la lengua donde las palabras han sido tan usadas que, por decirlo así, le han dado la vuelta al círculo semántico y reaparecen no virginales sino sobrevivientes de la hecatombe: pequeños objetos tambaleantes, ajados, rasguñados, pero enteros y de pie. Voy a leer un par de párrafos que aparecen en la parte final del libro:
Voy a explicar lo que a estas alturas veo en el mundo [dice la protagonista]. Las cosas exteriores no son como las sabía. Los objetos son transparentes, como si fuesen hechos de aire, su consistencia no es la que conocía. Por ejemplo: las sillas están detenidas en el vacío. No hay en los objetos un comienzo y un final, se encuentran unidos sin que pueda definir uno sin otro. Quizá mis primeros atisbos sobre esta situación ocurrieron cuando mis párpados adquirieron transparencia./ Decir lo que dije de las sillas es falsear la imagen que me proyectan, porque las sillas son parte del suelo, la mesa y el espacio. No puedo explicarlo mejor, me rindo ahora.
La voz de El animal sobre la piedra, me gustaría decirlo, no nos depara en general humor, chispazos de ingenio, sarcasmo ni chistes locales o globales; tampoco el atisbo de que la ironía sea la única dicción posible, rasgos todos ellos cada vez más comunes en nuestra desesperada narrativa ‘joven’. Hay en cambio un ritmo propio, lento y tranquilo, que palpa con paciencia el nuevo terreno que se va encontrando como si nadie antes lo hubiera transitado, o más bien como si uno no tuviera que resignarse a aceptar ninguno de los caminos ya trazados. Hasta el uso de las comas es extraño y al mismo tiempo natural en este libro.
Pero además esta voz, casi siempre en un tiempo presente manso y animal, es indispensable para el surgimiento de la nueva estirpe. ¿De qué trata la novela? Recuerdo un cuadro de una pintora austriaca, de nombre María y de apellido difícil de memorizar, llamado “Autorretrato como silla”. Este libro podría ser “Autorretrato como iguana”, pero la analogía no es eficaz porque lo que importa aquí no es el resultado ni el hecho sino el proceso: El animal sobre la piedra trata esencialmente de un devenir iguana, es la historia de una mujer que deviene iguana. Podríamos decir también que, como la picaresca o en buena medida la novela moderna, este libro habla del linaje, pero no ya de los hechos del pasado que embonan para coronarse o destruirse en el héroe o el antihéroe presente, sino de las pulsiones y transformaciones necesarias para asegurar la sobrevivencia de una estirpe futura, la de los humanos que, animalizados, vuelven a saber que su cuerpo les pertenece.
¿Y qué es este devenir iguana? ¿Una metáfora de la crisis de la protagonista, tras la muerte de su madre? Desde luego puede pensarse así, el problema es que a la mujer en efecto le salen escamas, le crece una cresta, se le revela imprescindible tumbarse por horas en una piedra a que reciba el sol su nueva piel rugosa, se le va dificultando el control de su lenguaje, se le presenta como imperiosa (y no como resultado de una disquisición casi mercantil) la tarea de concebir una hija. Y es que el tiempo presente casi permanente del libro todo lo trae a la superficie, todo lo convoca a un mismo plano: el pasado y los sueños, el nacimiento de las escamas y el manejo de un tostador de pan para el desayuno, y así de principio a fin. En este sentido, cuando en la página 118 nos topamos con las palabras citadas en el separador (“…esa fue la primera vez que secreté veneno”) estamos leyendo no ya una frase melodramática sino una aseveración que, nunca mejor dicho, nos entrega toda su anfibología. Pero al final, quizá como su mayor virtud, El animal sobre la piedra nos convence de hacer a un lado la lectura dicotómica –metafórica o literal, sueño o vigilia- para aceptar en cambio la simple sentencia devenir iguana: prolongar una estirpe en tanto modificar esa estirpe, trabar una relación distinta con el tiempo, el tiempo lentísimo de esos seres que sobreviven muchos años adheridos a las elementales piedras. Mejor termino con lo que uno de los personajes del libro le dice a la protagonista tras de que ha experimentado su primera inmovilidad de iguana: “Eres un animal prehistórico y estás viendo transcurrir el tiempo que nadie más ve”.'

Gabriel Wolfson

miércoles, 29 de octubre de 2008

Congreso de Poesía y Poética de la FFyL de la BUAP. 29, 30 y 31 de cotubre











La figura del poeta exiliado fue el tema en torno al cual giró el presente congreso, de ahí el título: Los pies en la tierra. Poestas exiliados y transterrados. La primera y segunda mesas de lectura se llevaron a cabo en Profética, casa de la lectura y entre los poetas presentes se encontraron
Luis Alberto Arellano, Carlos Ramírez Vuelvas, Daniel Téllez, Enrique Chacón, Ricardo Yánez, Jorge Andrés Pérez, Ricardo Muñóz Munguía, Gabriela Puente, Rosina Conde y José Eugenio Sánchez.

miércoles, 22 de octubre de 2008

XXII Festival de Narración oral


Miércoles 22
Jueves 23
Viernes 24
de octubre

Narradores orales de Santa Catarina


* Miércoles 22 de octubre

ARGENTINA, COLOMBIA Y MÉXICO CUENTAN EN PUEBLA

Narradores: Elva Marinageli, Argentina
Walner Jaramillo “el duende”, Colombia
Carolina Rueda, Colombia
Beatriz Falero, Mèxico

* Jueves 23 de octubre

Dos espectáculos de la palabra

Narradores:

Maricarmen Chávez
Banquete erótico

Rosa Martha Sánchez
Encuentros…reencuentros…y desencuentros!!!!

* Viernes 24 de octubre



Cuba y México cuentan en Puebla

Narradores:

Cuba
Osvaldo Manuel Pérez Penalver
Daniel Hernándes Acosta

México
Javier Coronado

viernes, 17 de octubre de 2008

lunes, 13 de octubre de 2008

Informe de la sociedad civil, personas e instituciones participantes en la XVII conferencia internacional de sida. México 2008

Conferencia de las ONG, personas e instituciones: CISIDA, VIDA PLENA PUEBLA, RED DEMOCRACIA Y SEXUALIDAD (Demysex) EROSFERA, LA MANTA DE PUEBLA, GRUPO VIHDA PUEBLA, KARINA CASTILLO, entre otros.
Presentación del libro de fotografías ECCE HOMO de Antonio Salazar, Taller de documentación visual. Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la UNAM.
El instructivo de las obsesiones (2006), de Francisco Javier Trejo Esquivel. Performance presentado en la sesión plenaria inaugural de la Conferencia Internacional de Sida 2008.

Organizan:
VIDA PLENA PUEBLA, RED DEMOCRACIA Y SEXUALIDAD (DEMYSEX) y EROSFERA Centro para las sexualidades.

domingo, 21 de septiembre de 2008

El Roto fue presentado y su cuento fue narrado al público



'El Roto' un personaje niño de tan sólo cinco trazos rectos y un pelo de aparentes víboras en movimiento, logró convocar a un amplió público de pequeños y adultos durante la presentación de su historia en forma de libro, la cual contó Teresa C. Palma el sábado 20 de septiembre en Profética, la Casa de la Lectura.
Con los autores de El Roto, Mariano Amador y Juan Pablo Chargoy, además de la diseñadora Alma Navarro, estuvieron los presentadores Eduardo Sabugal, de la Universidad de las Américas Puebla; Ernesto Cortés del Instituto Municipal de Arte y Cultura, y Ricardo Cartas, escritor y maestro de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, quienes conocían a los autores de la historia y saben del montaje escénico que se hará sobre el libro y coincidieron en resaltar los valores tanto humanos que difunde la publicación, como los de ésta en tanto objeto.
El libro, producido y editado por Ímago estará de venta ahora en Profética, la Casa de la lectura de la Calle 3 Sur número 701, en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla y en su sucursal de la UDLAP, en San Andrés Cholula.
Los presentadores, en su variedad —un maestro en lengua y literatura, un promotor cultural y artista plástico, y un catedrático y novelista— se asombraron ante la calidad del libro de gran formato, pasta dura, diseño atractivo y colores únicos, extraordinarios como pidieron los autores a la diseñadora los encontrara.
Larga fue la mesa de los presentadores, pues además de los tres invitados, estuvieron ahí todos los involucrados en el proyecto de El Roto, el cual incluye, además del libro un montaje escénico con teatro, danza y proyecciones de video, el cual será presentado el próximo viernes 26 de septiembre en el Teatro de la ciudad, frente al Zócalo de la capital poblana.
¿Cómo es un personaje roto, qué puede hacer, cómo enfrenta al mundo? Y en ese mundo donde el personaje vive ¿qué es la amistad, quiénes son los verdaderos amigos? Un día en que estaba solo, Mariano Amador comenzó a trabajar sobre alguien así en circunstancias que le llevan a cuestionarse muchas cosas, lo cual dio por resultado El Roto.
Teresa C. Palma fue, sin duda, quien cargó con un peso especial en la presentación del texto editado por Ímago, pues sólo tuvo que valerse de algunas figuras y el libro para contar la historia de un ser solitario que cree y después descree de la amistad, y cuya aventura debe leerse en voz alta, por los propios niños y por ellos acompañados de sus padres.
Palma, con su actuación, continuó con la tradición de cuentacuentos que, los sábados ofrece Profética en su programa ¡Cuidado, cuentos sueltos!

sábado, 20 de septiembre de 2008

Publicado en el número 6 de SP revista

  1. Me gustaría que las librerías se llamaran tiendas de libros. Evitaríamos la odiosa confusión con las bibliotecas y quizá el nombre les daría el estatuto de normalidad del que ahora no gozan. Como si dar una vuelta por la librería y comprar, pongamos, la última novela de José Agustín no fuera tan distinto que reponer mi camisa azul con el cuello luido o ir al súper por los dos kilos de queso que necesito para las quesadillas de la semana.

  1. Ya lo sé: lo insólito es ver a un descamisado por la calle, a los hambrientos y a los analfabetos ya estamos acostumbrados. Otra cosa que sé: lo que pasa cuando en los discursos del maestro, del padre de familia, de cualquiera que crea representar a las buenas conciencias se alaba y se exalta al libro y a la lectura como algo sublime. Cuando hablen así del queso se acaban las quesadillas, carajo.

  1. Dentro de la librería me siento como en una gran fiesta: disfruto lo diferentes que son los asistentes, lo que cada quien hace, piensa y dice. Me gusta platicar con los que conozco, oírlos y hablarles. Más disfruto con los que son mis amigos. Pero la verdadera atracción de la fiesta la ejercen en mí los que apenas de oídas sé que existen o ahí veo por primera vez. Con frecuencia con ellos acabo conversando largo, por muchos años.

  1. Al lector no le llamamos consumista. ¿Será porque si nadie tiene más estatus que el metrosexual con el closet repleto al otro extremo el lector es un marciano loco? A lo mejor por eso me gusta vender objetos que pesan, huelen y ocupan un espacio pero que sólo se entregan a su dueño luego de una pelea más o menos difícil con él, llenándolo de más dudas y otorgándole un discutible estatus, haciéndolo sospechoso, por no decir invisible, para la mayoría.

  1. ¿Qué libros elegir? ¿Cuáles dejar fuera? Decisiones que definen la tienda –la librería- y que deben hacerse todos los días. Complicadas decisiones de cara a la difusa imagen del posible lector, ese personaje de leyenda urbana aún por contarse. Balancear lo que quiero, lo que me gusta y quisiera que a otros les gustara pero quién sabe si venderé, o seguro no, con las autoayudas y superaciones personales y coyunturas políticas, escándalos narcopolicíacos y sagas infames con tantos miles de ejemplares vendidos pero que me ayudarán a pagar la nómina. Seguirle el rastro a ésos libros que recuerdo haber disfrutado pero cuya editorial quebró o fue absorbida por uno de ésos enormes conglomerados mediáticos que compran editoriales como bolsas de palomitas.

  1. El otro día una amiga me preguntó: ¿quién es tu competencia? Esperaba un nombre hindú o gringo, mi respuesta creo que la preocupó más: la tele, los videojuegos, YouTube, Facebook, Cinépolis, Disney. Todo lo que hace en su tiempo libre el homo videns, que de los ochentas para acá, somos todos. Como decía un López Portillo de quien recuerdo con nostalgia su vasta cultura que –por venir, supongo, en paquete junto a su soberbia- tanto dañó a este país de diabólicos veneros.

  1. Ya revisé miles de títulos y autores en Excel, parpadeé frente a la pantalla por horas hasta quedar bizco. Entonces imagino que es cosa de mandar el mail y los libros llegarán la semana próxima. Viene lo mejor: la editorial no me conoce, no me cree, no me surte. Olfatea una morosidad con la que no quiere lidiar, quizá algo peor. Me conmueve mi ingenuidad de librero advenedizo: ¿no se quejan de los pocos puntos de venta, de ciudades con millones de habitantes con tres librerías? Pues aquí estoy yo, desfacedor de entuertos, ¡que vengan los libros! Y claro, lo obvio: la rutinaria voz me dice en el teléfono: “primero mándame tu solicitud de crédito, adjúntale la CURP, la credencial del IFE, el RFC, la R-1, una carta reciente de los bomberos y no olvides las escrituras de tu casa ni tus referencias de crédito de cuatro proveedores y dos bancos”. Cuando me toma la llamada luego de dos meses dejándole recados en su voice mail la voz me dirá que con mucho gusto me surte el pedido, sólo que en firme y pagado por adelantado.

  1. ¿Quién va a comprar El hombre sin atributos, dos tomos, mil y muchas páginas, ochocientos cincuenta pesos? Seguro que no lo hará el que me pregunta por el descuento antes que por la sección de libros de cocina. No el que entra con prisa y con dos niños al lado, a quienes prohíbe hablar y tocar y que se va enojado, con prisas y viéndome con sospecha cuando se entera que no vendo películas ni me oye cuando le digo que hay unos libros que quizá le gustarían a los que supongo sus hijos, a los que empiezo a compadecer. Tampoco la turista gringa que casi para cerrar llega temblorosa buscando un libro con las ansias del fumador empedernido que se quedó sin cigarros y le aterroriza llegar a su casa sin ellos. Menos el que me pregunta por un libro para presumir que ya lo leyó. Y pero aún: a media librería, con cinco pendientes urgentes en mi cabeza, me lo quiere contar pero ya no se acuerda bien. Difícilmente alguno de los que, camuflado en el grupo de amigos que entra en bola a la librería, mientras atiendo a los dos o tres que no paran de preguntar por títulos imposibles, se roba quién sabe qué cosas. O me deja con la horrible y tantas veces comprobada sensación de que lo hizo. Tampoco el que entra, pregunta por un libro que por supuesto no tengo y no acepta sugerencia alguna del tema o el autor pues él ya sabe lo que quiere y no espera recomendaciones de nadie. Mis peores temores se pueblan de cuentas por pagar mientras me veo haciendo cola en Comisión con el funcionario con quien he de negociar la reconexión por falta de pago. ¿Quién?

  1. Como las editoriales tratan directamente con las escuelas y les dan cursos, les llevan magos, payasos y juglares, les organizan ferias y les dan a ganar con sus libros los niños casi no van a comprar libros a las tiendas de libros. Por eso cuando de casualidad llegan a una librería, se mueven con la soltura de un paralítico sin silla de ruedas. ¿Y qué tal en la zapatería o el súper? Ahí danzan con gracia, quizá porque han ido desde pequeños. En el colegio dejamos de aprender muchas cosas, entre ellas ir a librerías.

  1. En medio de las miles de editoriales, los millones de títulos, los incontables autores y las distintas versiones y traducciones seleccionar unas cuantas cosas que conozco y en las que creo.

  1. Incluir a las editoriales, a los autores, a los libros que no han estado ni estarán en los Sanborns porque no soy tan materialista, porque soy buena onda, por justicia poética, por genuino interés, por llevar la contra, porque quiero parecer original, inteligente y culto. También porque creo que incluir ésos libros hará posible que alguien se anime a arriesgar una lectura que lo perturbará o lo disgustará o lo hará dudar o lo hará feliz al menos unas horas.

  1. Propiciar encuentros inesperados entre quien entra buscando, por ejemplo, una novela de éxito que vio anunciada y se topa con el libro que no imaginaba leer y que le dice algo importante o lo conmueve profundamente. Esa persona, supongo, preferirá mi librería al Sanborns de la esquina.

  1. Me gusta pensar mi librería como un texto que será leído poco a poco por alguien: desde la puerta, los muebles, los muros y la luz hasta la distribución y el orden de los libros, las ausencias y las presencias, los subrayados y los énfasis, las omisiones y los errores, la librería será el texto que escribo sin palabras: con libros de otros.

José Luis Escalera

Tryno Maldonado presentó su generación, la de los setenta









El viernes 19 de septiembre Tryno Maldonado presentó en Profética, la Casa de la lectura su libro Grandes hits Vol. 1 editado por Almadía este año 2008. Le acompañaron Jaime Mesa y Eduardo Montagner. De éste novelista poblano reproducimos a continuación un fragmento de su texto leído en ése acto.





De generaciones literarias


Eduardo Montagner


No es la primera vez que lo digo en público: lo hice ya en la mesa Técnicos VS Rudos donde participé en abril pasado, junto con los demás antologados en Grandes Hits, durante el Segundo Encuentro Internacional de Escritores en Oaxaca. No supe bien si Bernardo Esquinca y Luis Felipe Lomelí, aquella vez, fueron los rudos, mientras que Alain-Paul Mallard y yo los técnicos. Alain-Paul y yo decidimos no ponernos las máscaras de luchador que nos dieron. Tryno, que moderaba la mesa, dijo que al parecer sería un encuentro máscara contra cabellera. Yo no me puse la máscara, entre otras cosas, porque Alberto Chimal me dijo que era muy incómoda; Mallard la usó para meter en ella unos papelitos como de rifa que distribuyó entre el público para regalar un ejemplar de su inencontrable novela Evocación de Matthias Stimmberg.
Lo que debo decir por segunda ocasión en público es que, la primera vez que escuché la insensatez de que yo, sólo por haber nacido en 1975, pertenecía a una generación, sin importar mis muy particulares intereses y formas de ver la literatura, me sublevé, y fue justo Jaime Mesa, aquí presente, quien me dio la terrible noticia.
No suelo leer literatura guiado por la generación de un escritor, y muy raras veces —si en verdad lo he hecho— investigo quién compartió generación con los escritores que me marcan; acaso la excepción sea la llamada generación de medio siglo, pero ni en este caso los he leído a todos, y a unos los he leído y releído más que a otros.
Al tomar conciencia de pertenecer a una generación, entonces, de repente sentí que no sólo sería necesario, como creía, librar la batalla —y ojalá que ganar la guerra— en soledad, contra mis propios demonios, ante la literatura, sino también, por absurdo y paradójico que pudiera parecerme (en vista de que uno de tantos motivos que me condujeron al camino de la escritura fue huir de lo social), también tratar de encajar o no en una especie de sociedad ahora emanada justo desde las letras, de mi deseo no sólo de leerlas sino también de hacerlas. Y no era ni siquiera la sociedad de los escritores leídos con veneración en mis años lejanos, aquéllos hacia quienes me nacía un deseo espontáneo por conocerlos, por tratar de entender en la convivencia algo más sobre sus obras; de hecho, algunos de estos escritores serán ya siempre para mí sólo sus libros, nunca sus personas, como los tres juanes: Juan García Ponce, Juan Manuel Torres y Juan Vicente Melo, entre otros, mexicanos y extranjeros, que con sus muertes acaso me libraron de conocer a los tipos simpáticos o detestables que en soledad crearon lo único que ahora queda y debe quedar de ellos.
Soy una persona que necesita de la pátina del tiempo sobre las obras para degustarlas mejor. Puede que el único escritor mexicano con quien he establecido la relación de sus libros leídos años atrás y la de esporádica convivencia sea Sergio Pitol. No creo que mi percepción sobre su obra haya cambiado por eso. Con Daniel Sada y Mario Bellatin ha sido diferente, pues he ido conociendo de manera simultánea al escritor y a su obra en plena actividad. Hasta ahora he hablado de escritores vivos de las generaciones de los 30, 50 y 60. Hasta aquí, las afinidades han sido espontáneas, fortuitas, humanas, qué sé yo, pero, sobre todo, literarias.
Hablar sobre generaciones literarias me parece un despropósito, sobre todo tomando en cuenta que siempre es el tiempo el que dice la última palabra. Hace poco, el escritor Álvaro Enrigue dijo que Sergio Pitol, con su libro El arte de la fuga, cohesionó de algún modo a una generación de escritores muy sólidos que seguía dispersa. Ahora sólo se puede elucubrar, hablar casi más que nada por morbo.
Hace meses correspondió curiosamente a Jaime Mesa bautizar esta generación en el suplemento Laberinto de Milenio como “la generación inexistente”, calificativo que han tomado incluso luego algunos otros medios nacionales que hablan de una generación de narradores en busca de su identidad.
Saber de una especie de camada literaria de la que yo debía estar enterado por formar de repente parte de ella, me pareció poco menos que una obligación engorrosa. Casi se puede decir que conocí los nombres de los culpables de haber nacido en la misma década que yo hasta que leí la contraportada de la antología hecha por Tryno. De algunos, claro, ya me sonaban sus nombres, como el propio Tryno Maldonado, Alberto Chimal, David Miklos, Guadalupe Nettel, Antonio Ortuño, Heriberto Yépez y Martín Solares, pero casi siempre más por conversaciones que por verdaderas lecturas.
Sin embargo, claro, accedí gustoso a la invitación de Tryno: o no me importó gran cosa permitir que con el cuento que envié aceptaba pertenecer a la generación de narradores mexicanos de los 70 o me limité a lanzar con curiosidad el texto como si fuera una piedra en un recinto oscuro y desconocido, del que sólo sabía que terminaría saliendo una publicación, cosa que desde luego siempre me entusiasma y agradezco. Pero si la invitación hubiera llegado por cualquier otro sólido motivo antologador, mi cuento también estaría allí.
Luego, cuando en abril pasado por fin llegó el momento de ir a Oaxaca y, por así decirlo, de enfrentarme con mis coetáneos literarios, comenzó un acercamiento distinto, donde todos nos preguntábamos qué nos unía y más de uno respondió que nada. Se me ocurrió decir que el vínculo era, en efecto, la antología de Tryno, a la que algún achispado nocturno empezó a nombrar como la ‘trynología’.
No sé si entre algunos de los demás antologados se haya producido una amistad, un contacto más allá de los días vividos en Oaxaca. En lo personal, aun teniendo los correos electrónicos de todos ellos, he básicamente seguido comunicándome sólo con Tryno. Antonio Ortuño continúa siendo para mí, más que nada, el amigo de Jaime, y sólo he escrito de manera entrecortada mails a Alain-Paul Mallard, Pablo Raphael, Juan José Rodríguez y Jorge Harmodio. Más bien podría yo decir que gracias al Encuentro trabé inesperada amistad con Jorge Moch, el de la novela Sonrisa de gato, nacido en 1966.
Curiosamente, aparte de algunos narradores nacidos en los 70 que conocía por referencias y que no fueron incluidos en la presente antología por las razones que Tryno explica en el prólogo, justo por las fechas del encuentro en Oaxaca fueron editados algunos libros de narradores de esta misma década, empezando por la novela Rabia, de Mesa, y a Emiliano Monge, tampoco incluido, fui a conocerlo precisamente durante las jornadas del Encuentro. Es como una especie de epidemia, hoy por hoy: casi se puede decir “levanta una piedra y habrá un narrador nacido en los 70”. Del último me acabo de enterar hace una semana, y es publicado por Tusquets.


(...)

Sobre la polémica que se desató meses después de aparecida la antología quizás no tenga yo demasiado que decir. Desde luego, eran de esperarse. Una antología siempre es una especie de arca de Noé donde no están todos los que tendrían que estar y donde hay dos o tres que incluso los propios antologados se preguntan por qué está ahí. Baste decir que veo con gusto y concuerdo con lo que han señalado casi todas las reseñas: el cuento de Alain-Paul Mallard resplandece como acaso el más destacable, y no entiendo del todo por qué ha pasado casi desapercibido el de Pablo Raphael. Juicios, por supuesto, por demás subjetivos, los que acabo de hacer. A veces se han salvado unos cuentos, otras otros, y algunos han sido realmente condenados. Excepción hecha del de Alain-Paul Mallard tal vez, no sé si alguno de los cuentos de esta antología llegue a ser un gran hit. Quizá el hit sea la propia Trynología y, a partir de ella comiencen a sonar algunos acordes, acaso dos o tres piezas completas.
Cuando encuentro una reseña más, casi me limito a ver ahora quién se salvó y quién no, y leo con rapidez la controversia nunca faltante sobre el mecanismo de selección de Tryno, basada en la inicial recomendación autorizada de escritores con notoriedad para dar paso a la selección del antologador y del Consejo Editorial de Almadía, y moldeada por un ruido de fondo de las cosas que ocurrían en el mundo cuando los narradores setenteros íbamos creciendo. Claro, yo nunca tuve un Atari ni un Nintendo, jamás maté por tener uno, y más bien —por mi repulsión innata a los juegos— ver a mis primos enajenados con el Nintendo significaba que ya no jugaríamos a otras cosas, y que yo tendría que permanecer horas viéndolos absortos en eso. Pero tampoco, como han criticado otros, encuentro nada de malo en que un joven autor se acerque a los escritores reconocidos que él también reconoce, tal vez no como patriarcas, como dice Tryno, y sí un poco como tíos o abuelos, pero más que nada como escritores a secas. Dicho en otros términos, no se me ocurre pensar mal de un joven abogado que dialoga con uno con sobrada experiencia. Voy más allá: en lo personal, el hecho de haber convivido y dialogado con Daniel Sada, Mario Bellatin o Sergio Pitol, lejos de indicar que yo no sea antisocial o que haya dejado de confiar en la necesaria cuota de soledad que implica escribir una obra, significa justamente que mi antisocialidad me alejó del mundo que supuestamente debí haber habitado sin más y me lanzó a trompicones hasta ellos, del mismo modo en que hace casi diez años me encontré en Japón, yo solo, interrogando a los japoneses sobre su lengua, buscando mis propias claves. No podía ser de otra manera: mi vida estaría incompleta de no haber sido así.
Puede que la posible generalización que Tryno hizo de los antologados —porque tampoco, quizás, se trataba de hacer una biografía comparada de los 19 incluidos— haya producido, por contagio, generalizaciones de los críticos. Ahora, quienes han tomado demasiado en serio el título y el diseño de este libro, nos ven como una especie de RBD literario donde casi todos somos meras estrellas con un gran hit que pocos o nadie conoce.
En lo personal, me queda la satisfacción de haber contribuido a esta antología con un cuento que escribí antes de ser invitado, una narración que intenta dimensionar un poco más el universo literario que deseo configurar, ahondando con mayor saña en la llaga. Si este texto mío dice algo a los lectores o si en alguna forma contribuye a completar cierta panorámica de no sé qué, definirlo es tarea de alguien más, como pasará con los restantes textos de la antología.
Escucha aquí el audio completo
I, II, III, IV

jueves, 18 de septiembre de 2008

Gabriela Puente dio de patadas bajo la mesa




Una mirada múltiple al Yo y sus divisiones y crispaciones, y los diálogos que se pueden establecer con él ofreció la poeta Gabriela Puente en Profética, la Casa de la Lectura al presentar su nuevo poemario Patadas bajo la mesa, impreso por Anónimo Drama Ediciones.
A la lectura de los poemas hecha por su autora, precedió el fragmento de la obra Jugar a morir, adaptada y dirigida por Zaría Abreu sobre escritos de Alejandra Pizarnik en el cual actuaron Frida Islas, Iris García y Carlos Nohpal.
Abreu presentó el montaje pues considera hay una gran coincidencia entre las exploraciones y cuestionamientos realizados por la argentina Pizarnik y la poblana Puente: ambas usan de la escritura para preguntar quiénes son, cuáles es su origen, cuál puede ser la utilidad de la escritura e, incluso el valor de publicar o difundir lo escrito.
El tono dramático dejado por las actrices y el actor de Jugar a morir, no sólo fue mantenido sino incluso intensificado por Gabriela Puente, quien en su peculiar y personal estilo leyó su poemario del original mecanoescrito y en una computadora portátil, sola, sin acompañantes o comentaristas.
Antes, la poeta Puente reflexionó sobre los hechos violentos sucedidos en Morelia la noche del 15 de septiembre y consideró que, como ciudadanos, no debemos tener miedo y temor, sino enfrentar situaciones como ésa “con güevos”, con valor.
Después, la poblana leyó un poema breve de poeta ruso Vladimir Maiakowsky en el cual habla del peligro de la injerencia del Estado en la vida de los ciudadanos y el inminente fin de sus libertades por ello.
Gabriela Puente mostró a través de su lectura la madurez adquirida como poeta, pues en su obra hay un equilibrio entre el concepto y el oficio, entre lo que se dice y la forma de decirlo, experimentando, explorando otros terrenos, los cuales exigen de la escritora una mayor claridad y dominio para expresarse.
Nutrida fue la asistencia a la presentación de Patadas bajo la mesa; los asistentes escucharon la lectura de Gabriela Puente, compraron su libro y formaron una larga fila para solicitar el autógrafo de la autora.
Zaría Abreu, por su parte, considera la posibilidad de montar una temporada de Jugar a morir, con la obra completa para presentarla en Puebla.

Del blog de Sandro Cohen

Sandro Cohen publica un blog, "La caja resonante", que frecuento con gusto. Los invito a leer esta entrada, "Seríamos tan pobres", de junio pasado.

Va la liga:

http://sandrocohen.blogspot.com/2008/04/seramos-tan-pobres.html

jueves, 4 de septiembre de 2008

Alberto Ruy Sánchez, un autor maravillado



“Toda mi literatura está alimentada por el deseo,


especialmente por el deseo femenino” les confesó a sus lectoras y lectores el escritor Alberto Ruy Sánchez en Profética, Casa de la Lectura.



Organizado al alimón con "Letras Voladoras, A.C." un grupo variado de hombres y mujeres se inscribió en Profética al taller de lectura de dos obras de Ruy Sánchez —Los nombres del aire y Los jardines secretos de Mogador— el cual luego de cuatro sesiones de lectura presididas por José Luis Prado y Guillermo Garay concluyó con un encuentro de los lectores y el novelista, quien les dedicó poco más de cuatro horas para escuchar sus comentarios y análisis, además de responder a todas las preguntas que le hicieron.

Gran conversador, Alberto Ruy Sánchez compartió con sus lectores desde los fundamentos religiosos y filosóficos que han permeado sus obras hasta los viajes por el mundo islámico en el cual se ha inspirado y le ha hecho ganar un amplio respeto como autor, precisamente ahí.

Con sus libros subrayados, con anotaciones al margen, con las huellas de haber sido leídos una y otra vez, o con otros ejemplares recientemente adquiridos los lectores en su encuentro con el autor de Los nombres del aire hicieron de Profética un salón de clases, un ágora, una sala de conferencias o de una casa habitación, pues la sapiencia del ponente y la comodidad en la cual se hallaron los contertulios fueron dos de las más destacadas características del encuentro entre el creador y su público.


Sin querer imponer la verdad; sin deseos de adoctrinar Alberto Ruy Sánchez se confesó poeta que busca cada día mantener viva su capacidad de asombro; por ello comentó: “Lo maravilloso es que exista un lugar como Profética donde vendan mis libros y los lectores se puedan reunir para discutirlos y compartir encuentros” como el encabezado por él.


Atento y tomando nota mental de todos los comentarios que le hicieron, Ruy Sánchez reveló que su segunda novela se originó, precisamente de un intercambio de él con mujeres quienes le comentaron su primer libro y enriquecieron con ello su concepto del deseo.

Con un intercambio de direcciones de correo electrónico, con libros autografiados y una charla prolongada hasta la madrugada concluyó el trabajo y el día de un autor calificado de maravilloso por lectores maravillados.

El próximo novelista que participará en el programa de lectura y encuentro con autores organizado por Letras Voladoras y Profética será Óscar de la Borbolla.

viernes, 29 de agosto de 2008

Rafeal Jiménez Cataño compartió su idea de Octavio Paz

En Profética, Casa de la lectura, se realizó la presentación del libro Lo desconocido es entrañable. Arte y vida en Octavio Paz, de Rafael Jiménez Cataño publicado por editorial Jus en este año 2008. En el acto acompañaron al autor Frank Loveland y Patricia Gutiérrez Otero.
Octavio Paz, afirma el autor, es un poeta de la comunión, pero no sólo porque la busca ansiosamente —como revelación, efecto y cumplimiento de lo más alto que hay en nosotros— sino también porque está persuadido de que, en un sentido radical, es imposible. Esta exigencia sin respuesta parece ofuscar el horizonte vital de la persona, cuya realización plena se manifiesta como un deseo extralimitado, un mucho pedir.
Pero si el mismo Paz, continua Jiménez Cataño, nos hace advertir que la experiencia poética es un constante pedir demasiado al lenguaje y ver que lo da, y que otro tanto se vive en el encuentro amoroso ¿podemos juzgarnos del todo carentes de motivos para esperar que lo insondable de nuestros anhelos se corresponda con una realidad que desde nuestra coyuntura existencial intramundana no acertamos a vislumbrar? ¿No está irremediablemente impedido perseguir las metas más altas sin que eso nos enemiste con el mundo, y enamorarnos del mundo sin que éste nos hechice?
La propuesta de este libro es —aclara Rafael Jiménez— acompañando la candencia de su pensamiento, echar una mirada a las mismas cosas que observó Paz, con la conciencia de pedirle demasiado y la convicción de que pueda dar lo que se le pide
Rafael Jiménez Cataño nació en San Luis Potosí, en 1960, es doctor en Filosofía y profesor ordinario de Retórica en la Facultad de Comunicación Institucional de la Universidad de la Santa Cruz en Roma.

jueves, 28 de agosto de 2008

Hotel Limbo o las soledades compartidas de Mónica Lavín



(Texto de Óscar López Hernández leído en la presentación de la novela de Mónica Lavín, Hotel Limbo, el 28 de agosto en Profética)

Se trata de 226 páginas que uno puede leer de un tirón. La novela Hotel Limbo de Mónica Lavín, trata de historias sin aparente acción, de soledades compartidas; todo ocurre en la cabeza sus personajes.
Sara, una mujer alrededor de los 40 años, llega a una pequeña ciudad de provincia no localizable en el mapa de nuestro, país porque contiene elementos de muchas ciudades, donde impartirá un curso de “cómo hablar bien frente al público”. Paradoja que contrasta con esta novela de silencios.
Darío, un pintor del DF que va a esa ciudad a la búsqueda de su hijo y de sí mismo. Y Algueien, joven de 22 años, cuya presencia fantasmagórica, nos hace pensar que puede ser cualquiera, alguien, pero conocido.
La reunión de los tres en el Hotel Limbo, nos arroja al limbo de las relaciones amorosas. Sara busca explorar sus sensaciones, ejercer su erotismo como mero acto físico rompiendo con el estereotipo de que la mujer debe estar enamorada para hacer el amor. En contraparte, Darío, que pinta en silencio a Sara, habla consigo mismo, y este es uno de los elementos de primer orden de la novela. Porque si el tiempo y el sonido son los elementos sustanciales de la música, en la pintura y la narrativa todo ocurre en un espacio (un lienzo, un muro, una hoja en blanco) el silencio. Darío nos da un goce adicional a la trama porque al verse en el espejo, que por momentos es Sara, hace un recorrido por varios mundos. Con Rilke, Rodin, Picasso, Vermeer, Ray Man, Praxiteles, Doménico, Rafael, Boucher y Balthus, entre otros, nos confronta a los lectores, y se confronta frente a sus modelo desnuda para hacernos reflexionar sobre que él no quiere poseerla físicamente, desea atraparla a través de un acto efímero, en el lienzo que la preservará en el tiempo.
A diferencia de la fotografía (sin ninguna manipulación en el laboratorio o cibernética) sabemos que una modelo desnuda se convierte en mero pretexto para aquello que ven los artistas plásticos. La modelo desnuda no sólo se muestra como tal sino que el ojo del artista la aprehende, la transforma. Pensemos en las Señoritas de Avignon de Picasso o en La Maja desnuda de Goya; seguramente no será igual a la mujer que posó para el español; la maja es otra, una mujer que nos habla sin hablar desde el pasado, reúne tiempos distintos y dialoga con geografías y culturas distintas. Eso también es Sara: modelo involuntaria se torna en “voz” de las mujeres que inmortalizaran Toulouse-Loutrec entre otros. Posa en el abandono.
No pude dejar de pensar en el cuadro de Balthus Mujer y gato y la relación que otro escritor mexicano hace entre las artes plásticas y la literatura: Juan Garcìa Ponce. Es precisamente esta pintura la que establece vasos comunicantes con Hotel Limbo.
Y por añadidura, hacemos un recorrido desde los ojos de Darío por distintos momentos en la historia de la pintura y la escultura desde Praxìteles hasta los Impresionistas.
Insisto en por qué la de Mónica Lavín es una novela de interiores: no hay voluntad en Darío para salir a lugares soleados y grandes espacios; quizá le interesa controlar la luz que su ojo entrenado conoce.
El erotismo de esta novela está en la piel del texto, como el aroma de una mandarina al desgajarla. Conmueve porque sus personajes son verosímiles, porque Mónica es escritora a secas, no busca escribir en un lenguaje políticamente correcto. Escribe desde la entraña de sus personajes y su lenguaje.

viernes, 22 de agosto de 2008

Eduardo Valle, "El Búho" presentó en Profética su libro sobre el 68

El exlíder del movimiento estudiantil de 1968 en México, Eduardo Valle “El Búho” presentó en Profética, la Casa de la lectura su libro El año de la rebelión por la democracia, a punto de que se cumplan 40 años de la masacre de Tlatelolco y a 37 años de la matanza de estudiantes el 10 de junio de 1971 en la capital del país.

Acompañado de Armando Domínguez, Eduardo Valle comentó su texto, el cual es un informe histórico, no una novela o un relato de sucesos —aclaró— como otros volúmenes a través de los cuales se han abordado los polémicos temas elegidos por “El Búho”.

Eduardo Valle durante muchos años se negó a participar en actos conmemorativos del movimiento estudiantil de cuya dirigencia formó parte. En la presentación de su libro justificó aquel hecho por el dolor que implicaba para él abordarlo.

“El Búho” detalló que el suyo es un libro sostenido por una investigación profunda, con cronologías y datos mediante los cuales se pretende demostrar que sí hubo un genocidio y la presunta participación de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría en él.

Buscando llegar al público joven, para el cual considera que su texto podría servir como una lección de la historia reciente de México, Eduardo Valle realizó una exhaustiva revisión del informe presentado por el fiscal especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado —fiscalía ahora desparecida—, Ignacio Carrillo Prieto, del cual opinó está “hecho con las patas” pues es “un documento muy mal elaborado que no tuvo el adecuado seguimiento por parte de las autoridades y del gobierno federal”.

viernes, 15 de agosto de 2008

Presentacion de Ponte la del Puebla, de Gabriel Wolfson





Ponte la del Puebla



Horario Reiba



Presentación del libro de Gabriel Wolfson. Profética, 15 de Agosto de 2008

Lo de ir al estadio con la camiseta del equipo puesta es moda que en nuestro país tendrá si acaso unos 15 años. Era inevitable que, por pura conexión con los códigos de este delicioso texto de Gabriel Wofson Reyes, uno recalara mentalmente en la época en que un grueso listón azul rey tenía que ser literalmente cosido por mamá a una camisa blanca de calle, de manga corta eso sí, con el resultado sin duda prodigioso de que el nueveañero aspirante a jugador del desaparecido Puebla se sintiera de veras en mitad de una cancha que ya tampoco existía –conocida en otros tiempos como El Mirador--, intentando patear un balón inmenso, de cuero duro como la piedra, e incluso anotando ese gol que en la realidad nunca pudo convertir más que cuando la portería la señalaban un par de coloridos suéters sobre dos mochilas en huelga por tiempo indefinido, nada que ver con el olor del césped, el viento en la cara, el chasquido de la red y demás parafernalia del ensueño.

Digamos de una vez que Gabriel Wolfson, al escribir este texto liviano y breve, se proponía elaborar una especie de divertimento en torno al equipo de la Franja en el año de su retorno a Primera División. Pero le salió un objeto polifónico-poético, histórico-sintético y aromático-sinfónico –es decir, un libro extremadamente esdrújulo-- que ahora no nos queda otro remedio que presentar con enorme placer y recomendarles con absoluta convicción y franqueza. A los aficionados al equipo Puebla, claro está, pero también y sobre todo a quien crea que eso del futbol no es más que opio de pueblos y estrategia rompehogares de Televisa. Porque si lo compra y lo lee como lo hemos hecho nosotros, se va a encontrar no con un repaso técnico a los partidos del minitorneo Clausura 2008, incluida por supuesto la gesta del 11 de abril --viernes por la tarde—en el Pirata Fuente y sus 40 grados a la sombra, sino con un vistazo al sesgo sobre los sesenta y tantos años de un club y una ciudad; con un entrenador atípico capaz de regresar triunfante de un autodespido casi tan breve como las huelgas de hambre de Carlos Salinas; con un utilero por herencia al que le cambiaron bats y manoplas por tacos y balones en la oscuridad del túnel de vestidores; con un discípulo ganándole la partida a su admirado maestro de infancia el Pony Ruiz; con un políglota loco que ya casi olvidó el italiano pero está lejos de dominar el español; con una cohorte de veteranos llegados en su lejana juventud del Sur profundo de nuestro continente, y rigurosamente incapaces de dejar Puebla y desligarse del Puebla; con una serie de borrosas y muy bellas fotografías escapadas del álbum de Matusalén para refrescarle la memoria al Abuelo Monster; con un universo masculino tan excluyente y cerrado que prácticamente no cabe una sola mujer en esta ristra de páginas; con el descubrimiento un poco asombrado de que los excluidos de este microuniverso somos prácticamente todos, y que el escritor-acompañante si acaso pudo alcanzar el dudoso grado de intruso tolerado.

Gabriel Wolfson quiso, según entiendo, asomarse a la entraña del futbol, un mundo completamente ajeno al suyo, por más que su padre sea autor del mejor estudio estadístico sobre este deporte realizado hasta la fecha en México. Y se asomó para encontrarse de pronto en medio de la pesadilla perfecta: el Puebla enviado de regreso a Segunda División —como atinadamente la llama, desentendiéndose de lo de Primera A, ese eufemismo cursi--, al caer 1-0 en Veracruz aquel 11 de abril, siguiendo un libreto y un decreto firmados por el gobernador local, que todo guayabera, sonrisitas y aroma cervecero desciende satisfecho del palco para encontrarse con jugadores y directivos que no son sino empleados y funcionarios de su nómina chica. Pesadilla, sí, pues como bien sabemos, al señor que gobierna el vecino estado el tiro le salió por la culata, pase del Cherokee Pérez y gol del Bola González, travesura en solitario de Híber Ruiz con giro y remate grado de dificultad E, 2 a 0 y vámonos antes de que venga la policía. Pero un momento por favor: ¿qué parte de ese sueño-pesadilla, fruto del agitado maldormir de Gabriel la noche anterior al recordado partido, no es sino cruda y penosa realidad? ¿Y hasta dónde la realidad real no fue apenas el poblano sueño de una tarde de viernes en el Pirata Fuente? Quizá lo sepa el Chelís, orfebre calvo perdido en los laberintos del juego del hombre, enhebrador de cuentas y cuentos del Gran Capitán.

Uno abre Ponte la del Puebla en una página cualquiera y ahí está Wolfson Reyes al acecho, dispuesto a secuestrarnos y hacernos compartir su aventura. Aventura de la imaginación, vuelo con escalas a cual más inesperada, visita privada a las catacumbas del futbol poblano. Pero todo milagrosamente fresco y al mismo tiempo copeteado de espuma burbujeante, como si lo patrocinara la cervecería. Jamás había yo notado, por ejemplo, que hay casi tantos equipos con nombre de ciudad como clubes que adoptaron y han hecho famoso cualquier otro apelativo. Desde esta taxonomía revelada por Wolfson, el Puebla pertenece a la estirpe del Sao Paulo, el Milán, el Barcelona o el Liverpool. Incluso del Guadalajara, usualmente nombrado así durante sus años de campeonísimo aunque circulara ya el célebre mote de Chivas Rayadas, y aún no, por fortuna, la vacilada ésa de Rebaño Sagrado. Imagino la decisión de empatar el nombre de un club cualquiera al de su ciudad de origen como algo propio de épocas remotas, aldeanas casi, cuando los padres fundadores podían suponer ingenuamente que ése que estaban bautizando sería el único equipo de la comarca, portador exclusivo del orgullo local y emblema del terruño donde quiera que se presentara. Tal vez por eso son puros equipos históricos, por no decir viejos, los que siguieron dicha norma. Tal vez por la misma razón, en las grandes capitales futboleras no hay clubes que lleven el nombre de la urbe que los alumbró. No existe el London Futbol Club, ni el Buenos Aires Asociación Deportiva ni el Atlético de Río de Janeiro, sino tantas denominaciones como competidores salidos de distintos barrios o colegios, cada cual con su propia y particular hinchada. Y por eso, cuando las ciudades con equipo epónimo crecieron y el juego se popularizó y nuevas aficiones dieron origen a nuevos clubes, éstos tuvieron que inventarse un nombre alternativo, así el Everton para distinguirse del Liverpool, o el Atlético de Madrid, surgido cuando el Real Madrid tenía ya labrada la primera parte de su fecunda historia. En la misma lógica, al Guadalajara, decano del futbol tapatío, le siguieron un Atlas, un Oro, un Nacional y un Jalisco, por no hablar de las universidades públicas y privadas dueñas de equipos profesionales al mismo tiempo que beneficiarias de la fama que éstos iban conquistando, fenómeno por cierto muy mexicano, que en Puebla ha podido también expresarse a través de una UAP y unas Águilas UPAEP de Tercera División, dentro de su modestia bastante mejores, y sobre todo infinitamente menos onerosas para sus respectivas instituciones que las actuales Lobos BUAP. Wolfson recuerda también las vicisitudes del efímero Ángeles, con el que un gobernador echado pa´lante respondió a la amenaza jarocha de llevarse el Puebla al puerto. Y no toca, imagino que por elemental pudor, el caso del Curti-Puebla, que es la franquicia que actualmente suplanta a la Franja original, descendida sin honores en el verano del 99 y perdida sin remedio entre los escombros de las divisiones inferiores y los cambios de propietarios, sedes, sponsors, colores y aficiones, que al fin y al cabo son éstos, los sufridos fanáticos, la variable más despreciada por quienes mueven los hilos del peculiar tinglado llamado futbol profesional.

No falta, desde luego, el indispensable recurso a la cábala, mezcla de superstición, esoterismo y magia. En el caso de Ponte la del Puebla, la palabra conjuro es “el grupo”. En torno a este mito verbal –que por supuesto es mucho más que eso--, el Chelís ha armado toda una leyenda. Hecha, como toda leyenda, de flagrantes contradicciones. Que no me toquen al grupo, ha dicho y repetido docenas de veces, porque el grupo es sagrado. Si el grupo se diluye, el entrenamiento vale madres –ésta es la expresión vernácula de Sánchez Solá puntualmente registrada por Wolfson. Si el público protesta, el Chelís puede mandar al diablo al estadio entero, salvo, dirá, los 5 o 6000 incondicionales capaces de seguir apoyando a su grupo sin desmayo, aunque Lupe Martínez se empeñe en regalar goles tan tragicómicos como los que le obsequió al San Luís un domingo de triste recuerdo. Por el grupo, Chelís es capaz de negarse a incorporar nuevos jugadores aunque acabe reconociendo que con los que tiene le alcanzará si acaso para sobrevivir, si no escuché mal lo que declaró el domingo, después de empatar a cero con el Santos. Y sí la temporada pasada el Puebla se salvó fue gracias al grupo, no al desbarajuste organizativo y la nula calidad futbolística del Veracruz. Ese grupo –diseñado, construido y mantenido a sangre y fuego por el Chelís— se ha evidenciado más fuerte que las pifias de una dirigencia entre acéfala y bicéfala. Ese concepto talismán ha demostrado ser, y Gabriel Wolfson lo certifica, el solvente más poderoso para transformar veintitantos egos errantes en una argamasa solidaria. El resto es anécdota: una concentración envuelta en ominosos silencios la víspera de algún partido clave, digamos el del ascenso contra Dorados, cuando la tarde antes el matecito infaltable le susurró al Bola que anotaría dos veces para llevar al Puebla a la victoria, o como la vez que Gianni Capitani se encerró con un Samba Rosas en horas bajas para entregarle solemnemente un balón con la orden de que no se despegara de él por nada del mundo, ni en la mesa ni en la cama ni siquiera en misa. Y al final dio resultado, el Samba volvió a sentirse en posesión de su juguete favorito y el Puebla se catapultó hacia el anhelado ascenso. ¿Y Gianni? Gianni se graduó de chamán, por más que se le sospechen méritos de mayor espesor y antigüedad.
Que hayan coincidido en las desconchadas instalaciones del Cuahutémoc el autor de este libro con este equipo y este arrebatado cultivador de grupos puede no ser una simple casualidad. Ya Carl G. Jung hablaba de la sincronía, desdeñando las prosaicas relaciones causa-efecto como única explicación posible de las cosas que suceden. A tan atípico entrenador y a tal grupo de jugadores tenía que llegarle, en determinado momento, su biógrafo e intérprete de cabecera. Alguien que nos explicara con oído atento, memoria vívida, humor astuto y mirada poética la cotidianidad de este grupo rebelde y singular, de nómina baja y conceptos elevados, que cree en el futbol como juego y no se echa nunca para atrás porque eso sería traicionarse. Y como resultado de dicho encuentro y por medio del escribiente intruso, las vicisitudes históricas de un equipo cuyas señales de identidad coinciden punto por punto con las de la poblanidad recalcitrante de siempre, hecha de tantas paradojas, baches y claroscuros como carretera de la Sierra Negra. Si Wolfson confiesa que su equipo es el Puebla porque lo conoció grande –la carrera enloquecida de Luis Enrique tras anotar el penal de nuestro primer título de Liga, allá por mayo del 83, o la displicencia del Chepo batuta al pie, en contraste con las acometidas impetuosas del Búfalo Poblete y el gol de ventaja que suponía contar con Aravena y su cañón infalible en la alineación del campeonísimo de 1989-90—a nosotros nos consta que este grupo de sobrevivientes con franja azul ha sido capaz, sin alardes ni delirios de grandeza, de atraer a una nueva generación de seguidores que sumar a esos fieles de toda la vida que ya nos creíamos condenados –desde los malhadados sucesos de 1992— a compartir la pasión por un objeto de culto degenerado, equiparable a un vodka apócrifo o a Santo Patrono de narcocorrido.
La buena nueva es que Puebla ha vuelto a tener verdadero futbol, y que desde hoy contamos con este libro esdrújulo y magnífico para juntos descifrar los entresijos del milagro.

viernes, 8 de agosto de 2008

Premiaron a ganadores de concursos literarios de Profética, Ediciones de Educación y Cultura y LunArena

El jueves 7 de agosto, en Profética, la Casa de la Lectura fueron entregados los premios de los concursos nacionales de cuento “Alejandro Meneses” y de poesía “Gutierre de Cetina” a Yassir Zárate Pérez y a Christian Barragán, respectivamente, quienes recibieron 35 mil pesos y verán publicadas sus obras bajo el sello de los convocantes Ediciones de Educación y Cultura y editorial LunArena.

Los galardones fueron entregados por Ricardo Moreno Botello, José Luis Escalera y Víctor Rojas, directores de las instituciones convocantes.

Cabe recordar que, por tercer año consecutivo, Profética, la Casa de la Lectura, Editorial LunArena y Ediciones de Educación y Cultura convocaron a los Premios Nacionales de Cuento Joven “Alejandro Meneses” y de Poesía Joven “Gutierre de Cetina”, en el primero de los cuales el jurado integrado por Julie Zamorano Jolivet, Marco Tulio Aguilera Garramuño y Bernardo Fernández premió por mayoría a Yassir Zárate Pérez por su libro Hola buenos días, hoy no quiero cereal (¡pop!).

En el caso del certamen de poesía “Gutierre de Cetina”, el jurado integrado por Minerva Margarita Villarreal, Rodolfo Hinostroza y Miguel Ángel Zapata, decidió por mayoría otorgar el premio a Christian Barragán quien participó con el seudónimo “Richard E. Hickock” por su libro De un oscuro oleaje.

En el caso del certamen de cuento "Alejandro Meneses" el jurado decidió aconsejar la publicación del libro Ojos que no ven, corazón que no siente de Iris García Cuevas, quien participó con el seudónimo “Max Roldán”.

En el caso de los ganadores, Yassir Zárate Pérez es originario de Tlaxcala, Tlax. En el año 2000 obtuvo el Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta, y en el año 2004, en su estado natal el Premio Estatal de Poesía Dolores Castro. En el certamen “Alejandro Meneses” el jurado consideró que el de Zárate es un libro con cuentos de altísima calidad, donde el autor logra crear historias redondas, bien hechas e intrigantes, escritas con un estilo claro, sencillo y que atrapa fácilmente al lector. Se trata de un libro de cuentos sobre las mentiras que nos creamos y nos creemos para ser parte de este mundo, de esta sociedad. Retrata exitosamente algunos de los lados más oscuros de la mente humana, desde engañar a otros hasta engañarse uno mismo.

Christian Barragán, ganador del premio “Gutierre de Cetina” es originario de la ciudad de México, miembro del consejo de redacción de la revista Viento en vela, coordinador de la sección de crítica literaria y autor de la columna “El deslinde” de Literal, gaceta de literatura y gráfica.

En cuanto a Iris García Cuevas, nacida en el estado de Guerrero es actriz, periodista, narradora y dramaturga; licenciada en Ciencias de la Comunicación, estudia la maestría en Letras en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Recientemente mereció una recomendación para que una de sus obras de teatro sea publicada en el Fondo editorial Tierra Adentro.

Los libros de los ganadores serán presentados el próximo 12 de noviembre, Día Nacional del Libro, en la ciudad de Puebla.

Cabe recordar que en la edición del año 2006, el Premio “Alejandro Meneses” de Cuento Joven fue otorgado a quien concursó con el seudónimo “Metze”, María de las Mercedes Trujillo Lozada, por su libro Bitácora de fuego. En el caso del Premio “Gutierre de Cetina” el galardón fue para Miguel Maldonado, quien se inscribió bajo el seudónimo de “Solproscrito” por su texto Ciudadela; en la edición 2007, resultaron ganadores Judith Castañeda en cuento por Dios de arena y Álvaro Solís en poesía por Los días y los designios.