jueves, 16 de diciembre de 2010

Cultura para construir ciudadanía

Los gobernantes de todas las épocas se han encargado siempre de asegurar que una buena dosis de opio corra por las venas de sus gobernados. En nuestros tiempos la industria del entretenimiento, con la televisión e internet como punta de lanza, nos inocula masivamente con productos que de manera burda o sutil nos convencen de no pensar, no esforzarnos, no enfrentar nuestra vida con sus ambigüedades y claroscuros, no cuestionarnos: si consumimos, seremos felices. Si nos dejamos entretener y divertir por ella seremos dóciles, obedientes, inofensivamente ignorantes. Es el opio contemporáneo, consumido por todos, pero en jóvenes como muchos de los nuestros, que en realidad no aprendieron a leer y no dominan ni las cuatro operaciones básicas, los efectos son terribles. 
Pero nuestros políticos se cuidan las espaldas, y para que no les reprochemos complicidades que los incriminen, mantienen, si bien a regañadientes y con presupuestos exiguos, consejos, institutos o en el caso al que quiero referirme, Secretarías de Cultura: para cubrir las apariencias y no parecer ignorantes o de poco mundo. O yo qué sé por qué lo hagan, a juzgar por lo poco que les interesa el tema. Custodian el polvo en una que otra biblioteca, montan exposiciones, conciertos, festivales, obras de teatro, regentean museos y galerías. Pero en el fondo su “oferta cultural” no se diferencia mucho de los productos que ofrece la industria del entretenimiento: entregar bonitas mercancías, dignos kits culturales, a un público que, según se espera, ha de mantenerse en la pasividad.
            En estos días, el insistente rumor sobre los planes (por parte de la nueva administración estatal que encabezará en Puebla Rafael Moreno Valle)  de fusionar la Secretaría de Cultura con la de Educación Pública, nos obliga a preguntarnos sobre el papel que debería cumplir el Estado en el tema de cultura. Me refiero a lo siguiente: si la gestión cultural desde el Estado no hace más que validar y reforzar el consumismo y la pasividad individualista que nos rodea y aniquila, algo está fallando en serio, pero no se resolverá con cambios en la forma, que es lo que implicaría la pretendida fusión, la cual me parece innecesaria y peligrosa.
Innecesaria porque el problema no está en la estructura legal de la dependencia que se encargue de la cultura en el estado, sino en las políticas culturales que se instrumenten desde ella y en la voluntad, la improbable lucidez del nuevo gobierno estatal de apoyarlas, léase asignar un presupuesto suficiente, mínimo del uno por ciento del presupuesto total, como recomienda –utópicamente en nuestro medio- la UNESCO. Desde la Secretaría de Cultura el gobierno debería de gestionar una cultura que creara ciudadanos, no que reforzara la pasividad y el consumismo que nos ahogan.  La construcción de ciudadanía como eje de la gestión cultural del próximo gobierno: despertar poblanos, despertar su conciencia, su inconformidad, su creatividad, su sensibilidad, su capacidad de involucrarse con la ciudad y sus problemas, su capacidad de construir otros modos de convivir y de ser, de aceptarse y respetarse en su riqueza y diversidad. En suma, que no los considere compradores ni personas aburridas a quienes basta con llenar sus horas de ocio, sino algo más simple: que los considere – y, para empezar, que los propios funcionarios se consideren a sí mismos – agentes y usuarios de esa cultura.
Peligrosa porque, francamente, la pretendida fusión parece una concesión al poderoso sindicato de maestros, que ningún favor le hace a nuestro país en la educación y cuya presencia en la nueva super secretaría no haría más que encarecer su gestión y, tornándola clientelar,  aportaría una buena dosis de burocracia, ineficacia y lentitud: lo que  menos necesita la gestión cultural en Puebla.
Por qué no mejor conservar la Secretaría actual pero con autonomía y  presupuesto suficiente, instrumentando un proyecto cultural enfocado a construir ciudadanía y a recomponer tejidos sociales, encabezada por un Secretario que no se endiose ni publicite y que, en cambio, milagro absoluto, una vez finalizado el sexenio pueda regresar a su trabajo de siempre, cualquiera que sea, como un ciudadano más.

José Luis Escalera