miércoles, 5 de marzo de 2008

Nota aparecida en el periódico "La catarina": "La verdad es un fetiche codiciado"

Con motivo de la lectura de textos que hizo Eduardo Montagner en la librería Profética UDLA, el periódico "La Catarina" publicó el siguiente artículo el pasado 5 de marzo:


La verdad es un fetiche codiciado

Mario Bellatin le dijo a mi mamá que nunca debieron llevarme con el japonés que me enseñó los Kanyis porque ahí empezó mi perversión

Pedro E. Sanz / Jaime Solís


Varios miembros de la comunidad universitaria tuvieron la oportunidad de tener un contacto más cercano entre autor y lector durante la visita del escritor poblano Eduardo Montagner a la sucursal de la librería Profética, situada en el interior de nuestra institución, el pasado jueves 28 de febrero.

Además de la presentación de su novela “Toda esta gran verdad”, escuchamos un nuevo cuento corto, “Muerte sin importancia”, que será incluido en una antología de narradores mexicanos donde el autor hace referencia a escenografías de establos y a tradiciones de granjeros. Al final de la presentación hubo un diálogo entre el novelista y el público asistente.


Eduardo Montagner escribe tanto en español como en veneto. Es licenciado en lingüística y literatura hispánica por la Universidad Autónoma de Puebla, ha realizado algunas traducciones del japonés y sus trabajos han sido publicados en medios locales impresos y cibernéticos. Obtuvo el tercer lugar en la novena edición del Concorso letterario Internazionale in Lingua Veneta “Mario Donadoni”, Sezione Estereo en véneto. Además es coordinador de la antología de relatos Parlar par veneto, víver a Messico.


“Toda esa gran verdad”; publicado por la editorial Alfaguara; es producto del taller literario impartido por Daniel Sada en la Casa del Escritor en Puebla. Relata la historia del joven Carlo, que está enamorado de Paolo, amigo heterosexual y novio de su prima. El protagonista está enamorado de las botas de hule que usa su amigo, aunque es incapaz de calzarlas. Padece y goza envidiándolas. Durante la presentación, Montagner comentó sobre su trabajo con el director Jaime Humberto Hermosillo, en el guión cinematográfico de la novela, llamado Fetiche.


Terminada la presentación, al autor brindó la siguiente entrevista exclusiva para La Catarina.


¿Cómo se define Eduardo Montagner?

Creo que me definiría como una persona cuya sensibilidad desde niño lo llevó a ser un bicho raro en su pueblo y alrededores, que encontró en la grafía y en la música – sobre todo la música como escuchaba obsesivo – las herramientas para expresar esa sensibilidad y esas heridas a las que me llevó esa sensibilidad. Seré muy observador de la gente, al grado que me cuesta trabajo compartir con ella como aparentemente todo mundo lo hace. Desde muy niño todo me agitaba, me acordaba… tenía un sentido del drama, todo lo veía con ese sentido. Me costaba mucho trabajo jugar con mis compañeros de primaria y cosas de ese estilo. Me recluía sin ningún recurso a mano, pero finalmente descubrí la escritura y entonces a encerrarme.

¿Cómo empieza la aventura de escribir, de generar las primeras letras?

Mi primer interés fue, curiosamente, los ideogramas japoneses, me interesaron durante la adolescencia. Fue como una manera de llegar. Me provocan enigmas, estaba en busca de enigmas.

Platiquemos sobre tu obra. ¿Cómo surge “Toda esa gran verdad”?

Sería difícil de contestar. Hay una parte muy autobiográfica, casi al final, cuando menciono a un niño que lo obligaban a hacer labores del establo. Esa fue la última parte que escribí de la novela. Para mí fue traumática salía a trabajar en serio y asumir que tenía que vestirme de cierta manera, tenía que asumir ciertos gestos, hacer ciertas labores, quería ser un niño que jugaba y también tenía que interrumpir los juegos. Creo que la novela surge de este trauma.

Platícanos del Fetiche, para algunos puede ser tan simple y para otros es tan profundo sacar una fijación de las botas, de su olor.

Me preguntaron hace poco por qué no había puesto Chipilo, ya expliqué por qué. No era la intención, aunque por supuesto me baso en la atmósfera de Chipilo, pero quise trascenderlo. Respecto al fetiche en particular ponerte las botas era como el inicio de la condena, como “ya me disfrace”.

La estenografía es otro aspecto importante en tu novela. ¿Cuál es su función?

Tal vez sea mi vista. Quizá soy un chipileño tradicional más de lo que he creído. Siempre he pensado que nunca lo he podido ser y que mi trauma ha sido no haber podido ser lo que mi medio me exigía, que no era meterme a leer ningún libro ni ponerme a cuestionarme sobre la vida, simplemente ordeñar vacas e ir a recoger alfalfa. La situación que está viviendo el país, el tratado de libre comercio que está dejando por la calle de la amargura al campo y la ganadería y la urbanización de Chipilo, me obliga a hablar sobre ello. Daniel Sada comentó: “en tu novela hasta los perros son eróticos”. Me gustó haberlo logrado porque son ambientes que tienen la capacidad, al menos para mí que nací allí, de no provocar repugnancia. Es algo sucio pero también te provocan apego.


Tu libro fue como un homenaje a “confesiones de una máscara de Mishima” y “Paradiso de Lezama Lima”, ¿Qué viene para Eduardo Montagner?

Cuando leí “Confesiones de una máscara” no me gustó, el amigo que me la prestó me dijo: “es una novela buenísima”, yo me imaginaba otra cosa. Creo que no estaba asimilando, no había escuchado grandes comentarios, por supuesto después lo compré y la releí, también la conseguí en japonés. Es difícil leer a Mishima en japonés, pero me he medio metido por todo lo que significó. Muchas personas me critican porque hablo mucho sobre la muerte, pero son cosas que uno trae.

¿Cuánto tiempo tardaste en escribir “Toda esta gran verdad”?

Me tardo más en corregir que en escribir, entonces vino mucho tiempo de corrección, la empecé en noviembre de 1998.

En la presentación comentaste que tu novela es totalmente cinematográfica.

Hacerla cinematográficamente no fue intencional, fue por el sustrato que tengo de la dramaturgia. Aprendí los elementos dramáticos de novela, los poetas y los narradores, especialmente los poetas, son más enigmáticos. No hay manera de enseñarles a escribir, no hay método. Hay una película y obra de teatro que siento muy cercana a mi obra, muy poco comentada porque la descubrí después de haber publicado mi novela, se llama Porcile de Pasolini, “pocilga” en italiano, le noto muchos paralelismos. En esa película hay un personaje que en lugar de estar con las botas de hule está con los cerdos y al final es devorado. Escuchar la música de Michael Nyman me detonó la novela. Tenía la idea de escribirla algún día, cuando escuché la música de Nyman, sobretodo “Memorial” en las películas de Peter Greenaway, para mí la recursión total y lo sublime en su grado mayor.

Hablando del proyecto cinematográfico, ¿qué te gustaría ver en pantalla?

Me gustaría ver lo que vio Jaime Humberto Hermosillo en la novela.

Por último, ¿es posible salir de impune de tanta perversión?

Creo que no. Uno es perverso por el simple hecho de ponerse a escribir. Mario Bellatin le dijo a mi mamá que nunca debieron llevarme con el japonés que me enseñó los Kanyis porque ahí empezó mi perversión.

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