En el siglo XVII los cuentos que escuchaban los niños tenían muy poco que ver con las versiones que conocemos hoy en día como cuentos clásicos infantiles. En 1697 un empleado de la corte de Luís XIV escribió sus propias versiones sobre algunos de esos cuentos, suavizando sus contenidos como para que pudieran ser leídos en los salones de la aristocracia. Charles Perrault escribió y publicó el que hoy se considera el primer libro de cuentos para niños de la historia de occidente. Allí vieron el papel entre otros Caperucita roja, Cenicienta y Bella durmiente. Desde entonces esos cuentos sufrieron una continua transformación que los alejó cada vez más de las versiones orales que les dieron origen. Aquellas versiones de carácter folklórico y popular ya eran antiguas cuando fueron publicadas. Menospreciadas y poco vigiladas, habían quedado libres de las ataduras del gran arte. Esos cuentos hacían estallar los modelos hipócritas dominantes y proponían otros más honestos aunque cargados de sexualidad, violencia y burla. Esta libertad, como suele ocurrir, sufrió el posterior embate de la censura y su traumática adaptación a la cultura oficial que los despojó de su esencia burlona y cuestionadota para transformarlos en relatos de enseñanzas didácticas y moralizantes. Quizás valiosas en si mismas pero traidoras a sus raíces.
Los tres cuentos contados por Rodolfo en este espectáculo estuvieron basados en las versiones antiguas y en especial en los elementos olvidados y negados de aquéllas.
Los tres cuentos contados por Rodolfo en este espectáculo estuvieron basados en las versiones antiguas y en especial en los elementos olvidados y negados de aquéllas.
Fué una reconstrucción lúdica y crítica, muy bien recibida por el numeroso público que abarrotó el patio de Profética.
Producción: Mariana Lecuona
Música: Jerónimo Rajchenberg
Guión e interpretación: Rodolfo Castro
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