viernes, 8 de mayo de 2009

Presentación del #78 de la revista "Generación". Presentan Carlos Martínez Rentería y Leopoldo Rivera

El público

La pertinencia de discutir el papel de las drogas en nuestra sociedad es una cuestión actual, pero sobre todo importante en un país en el que se libra una guerra verdadera contra el narcotráfico, en un país que es el primer productor a nivel mundial de marihuana.


Carlos Martínez Rentería y Leopoldo Rivera

Como oportunamente mencionaban Carlos Martínez Rentería y Leopoldo Rivera, el tema de la marihuana y de las drogas en general, se ha transformado pues de ser tratado por el discurso oficial como un tópico de delincuentes e inadaptados, hoy se ha convertido en un tema de lo más relevante que a la sociedad en general incumbe.


Portada del número 78

La revista Generación mantiene su tesis de dedicar monográficos a temas que los organismos culturales de grandes vuelos relegan por considerarlos demasiado populares. De ahí su fama bien ganada a lo largo de los años, como una de las más propositivas revistas de contracultura.

A continuación incluimos el texto que Julio Glockner preparó para la presentación, a la que no pudo asistir


"Marihuana

En la pantalla de televisión aparece una mujer que al estar curioseando entre las cosas de sus hijos descubre un cigarro de marihuana. Sorprendida y cada vez más angustiada cae sentada sobre la cama y en una actitud de desolación se lleva las manos a la cara mientras una voz en off dice algo así como: “al descubrir que mis hijos usaban drogas sentí que me moría”. Este melodrama en 20 segundos tiene una eficacia insospechada porque se monta sobre un prejuicio ampliamente compartido: que la marihuana es muy peligrosa. Como todo prejuicio, se sustenta en la desinformación y la ignorancia.
Aunque sólo fuese por esta razón, debemos congratularnos por la aparición de otro número de la revista Generación dedicada al cannabis, una tarea que debían desempeñar también, por supuesto, las Secretarías de Educación Pública y de salud si no estuvieran dirigidas desde hace muchos años por gente incompetente e ignorante del tema.
Son dos los principales temores de la gente ante el consumo de marihuana: el primero consiste en pensar que es un puente para conectar a la persona con drogas más potentes y peligrosas; el segundo que la persona se vuelve violenta bajo sus efectos y está en un serio riesgo de convertirse en un delincuente o un criminal. Estas inquietudes vienen de muy lejos y se repiten constantemente a pesar de haber sido desmentidas una y otra vez por minuciosos estudios realizados por diversas instituciones de salud en distintos países y épocas: desde fines del siglo XIX por el gobierno británico, hasta 1978 por el gobierno francés y por supuesto en Estados Unidos, según informa Antonio Escohotado, una de las autoridades mundiales en el tema de las drogas, en su libro, La cuestión del cáñamo.
Sin duda, es más difícil desvanecer con razones un prejuicio que establecer una verdad. El llamado Informe Pelletier, encargado por el gobierno francés para comprender con bases científicas el asunto (algo que debió hacer el gobierno mexicano hace mucho) concluye lo siguiente: “Los efectos a corto plazo de marihuana fumada en dosis medias son mínimos o latentes, aunque sean patentes para el hachis en muy altas dosis. Los efectos a largo plazo son discutibles… Los fumadores forman grupos homogéneos y poco inclinados, por no decir hostiles, a otras drogas, sobre todo a la heroína… Un adolescente que fume marihuana de modo ocasional no puede considerarse toxicómano, en el sentido patológico del término. El informe añade que “no sería justo ni moralmente honesto, dejar de subrayar que los consumidores de drogas legales (como el alcohol) representan un coste social incomparablemente superior.” Escohotado: 1997, p. 46,47)
En 1972 Richard Nixon encargó a 13 especialistas (psiquiatras, juristas, sociólogos, senadores) una investigación sobre el tema. Los resultados se conocen con el nombre de Reporte Oficial de la Comisión Nacional sobre Marihuana y Abuso de Drogas y concluyen lo siguiente: 1) “el uso de marihuana frena la agresión”; 2) “no hay pruebas de que su empleo conduzca al uso de otras drogas.”
No obstante, los partidarios del prohibicionismo, en un intento por hacer valer una posición ideológica más que científica, realizaron a principios de los ochenta, también en los Estados Unidos, una serie de investigaciones poco honestas y muy disparatadas en el afán de demostrar la condición adictiva de la marihuana y su propensión al crimen sin motivo, según declaraba Ronald Reagan. Fue así como un grupo de experimentadores se sirvió de algunos pacientes que eran recompensados con dinero, para suministrarles dosis hasta cien veces superiores a las que puede administrarse un fumador de marihuana o hachis. Algunos se asustaron gravemente, otros reaccionaron con desagrado y algunos más pidieron repetir la experiencia. De aquí dedujeron los nada imparciales investigadores, hasta qué punto es adictivo el cáñamo, añadiendo, desde luego, que despierta un “furor criminal, la conducción temeraria de vehículos, el gusto por la pornografía e incluso el satanismo religioso.” (Escohotado: 1997, p. 48)
El prejuicio tiene hondas raíces históricas y un sustento cultural etnocentrista que lo fortalece. Cada cultura o conjunto de ellas en una civilización tiene una o más sustancias predilectas con las cuales alterar la conciencia. En Oriente es el hachis, el opio y la marihuana, en el mundo mesoamericano fueron los hongos, el peyote, el ololiuhqui, la datura, el tabaco, el pulque, entre muchas otras sustancias. En Europa la mandrágora, el beleño, la belladona, plantas por las cuales se quemaron decenas de miles de mujeres acusadas de brujería. Pero sobre todas drogas el alcohol es en Occidente la sustancia preferida y, desde luego, no reconocida como una droga. ¿Por qué el alcohol? La tradición se remonta a la antigua Grecia y el culto a Dionisos, pero sobre todo, pasa por el cristianismo, que consagró el vino desde el momento en que el mismo Jesús lo ofreció a los apóstoles como una transustanciación de su misma sangre. Desde entonces hasta nuestros días es la sustancia embriagadora por excelencia, y no se trata de restarle méritos, porque la variedad de bebidas alcohólicas del mundo moderno es una maravilla. El problema es que se ha creado una especie de etílico-centrismo desde el cual se ve como sospechosa cualquier otra sustancia proveniente de otras culturas y, ya entrados en materia legislativa, se han prohibido plantas como la marihuana, desde los Estados Unidos, con los argumentos más falaces y endebles que se pueda imaginar. La ley Harrison que estableció el criterio prohibicionista desde 1917, la escribieron un pastor protestante y un abogado, sin respaldo científico de ningún tipo. (Se puede consultar la Historia de las drogas de Antonio Escohotado para constatar esta información).
Tenemos entonces el lamentable panorama actual, compuesto por políticos desinformados y agresivos, dispuestos a corromperse ante cualquier narcotraficante que les meta dinero en el bolsillo, mientras se llenas la boca con discursos prohibicionistas y pagan spots televisivos propios para espantar a toda la congregación de la parroquia.
El señor Calderón y su gabinete están actuando ante la marihuana como los frailes del siglo XVI ante los hongos y otras plantas sagradas que consumían usualmente los indios: condenándolas sin conocerlas. Es una lástima que Sahagún, Motolinía o fray Diego Durán no hayan probado los hongos teonanácatl o el peyote, hubieran tenido seguramente una experiencia interesante que quizá modificara su punto de vista. Debieron pasar cuatrocientos largos años para que un occidental se atreviera a probar esos hongos; sucedió hasta que Gordon Wasson conoció a María Sabina en la Sierra Mazateca.
El señor Calderón y los suyos, tan dados al alcohol, debían al menos seguir el ejemplo, aunque sea tardío, de Clinton y Obama, que confesaron haber fumado marihuana de jóvenes, aunque es seguro que se sigan dando un toque de vez en cuando.
La responsabilidad que estos señores tienen con los jóvenes del país es muy grande y no la están cumpliendo. Ellos, como gobernantes, están obligados a informar con veracidad y oportunidad sobre las características de las sustancias que ya se consumen. Hablar de los posibles riesgos a que conduce el abuso pero también señalar las virtudes que tienen con un uso moderado. El Estado tiene la obligación de informar amplia y verídicamente a los adultos de este país y tratarlos como tales, como gente inteligente y madura capaz de decidir sobre el modo y la intensidad de alterar su propia conciencia. Un Estado moderno debe prestar un servicio a la sociedad acerándole fuentes de información confiables y atendiendo los problemas de salud pública que el exceso pudiera generar, (como ya se hace en algunos países europeos) y no actuar como una solterona asustadiza e hipócrita, como la venido haciendo hasta ahora.
Volviendo a la imagen que mencioné al principio, lo que una madre inteligente debe hacer, si encuentra un cigarro de marihuana en el cajón de sus hijos, es fumarla con ellos, vivir la experiencia juntos, conversar y confiar unos en otros. Estoy seguro que si la mujer del comercial sigue este consejo no sentirá que se está muriendo, más bien estará muerta de la risa."


Julio Glockner
Mayo 2009





Celebración

Escucha a continuación el audio

I, II, III

1 comentario:

degeneracion xxi dijo...

te buscan mtz renteria, te andan buscando y alguien los esta ayudando... yo que tuu dejaba de cojerme a esa vieja,,, porque ya son varios los que te buscan...