viernes, 13 de marzo de 2009

Presentación del libro 'Travesía a Ítaca' Recuerdos de un militante de izquierda, del comunismo al zapatismo (1965-2000) (Grupo editorial Cenzontle)




Rodríguez Lazcano, amigo personal de Raúl Jardón, aventuró la hipótesis de que el libro obtiene su título de un poema homónimo de Konstantino Kavafis "Cuando emprendas tu viaje hacia ítaca debes rogar que el viaje sea largo, lleno de peripecias, lleno de experiencias. No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes, ni la cólera del airado Poseidón. Nunca tales monstruos hallarrás en tu ruta si tu pensamiento es elevado, si una exquisita emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo..."








Para Rodríguez Lazcano, este poema también ilustra de buena forma la propia vida de Jardón. Que fue revolucionario, periodista, comunista, ortodoxo hasta la médula, un ejemplo encomiable de desacuerdo hacia lo establecido y sobre todo alguien que dedicó su vida a luchar por un mundo más libre y justo.








Los amigos del autor refirieron anécdotas relacionadas con el gran conversador que fue Jardón, un comunicador de amplia cultura y un viajero dispuesto a enfrentarse a los peligros más evidentes.




Desgraciadamente fallecido joven, Jardón nos deja este excelente testimonio para conocer de cerca a un ejemplo de convicción y lucha por mejorar el mundo, un verdadero anaconismo en esta época de desidia.



A continuación se incluye el texto leído por Sergio Rodríguez Lazcano durante la presentación


In memorian
Sergio Rodríguez Lascano
I Sí alguien quiere echarse un clavado sobre lo que significaba para nuestra generación la militancia lea el libro de Raúl Jardón. Él nos cuenta las cosas no tal y como fueron sino tal y como él las vivió. No es la historia desde arriba, tampoco la historia desde abajo si la historia desde adentro. Esa historia alejada de la academia y de la pedantería. Esa historia donde los de abajo muchas veces se apropian del escenario y se ubican como los actores centrales de la historia, desplazando a los actores estrellas, es decir a los políticos profesionales.
Esa historia donde el papel del individuo en la historia se acomete sin vanidades y sin banalidades.
Se trata sí de la historia de un militante comunista que encuentra en la parte final de su breve vida, una continuidad entre su comunismo y lo que hacen unas comunidades indígenas en el rincón más profundo de México.
Raúl era un irreductible, un insumiso, un compañero siempre dispuesto a platicar, un compañero siempre dispuesto a contar su experiencia. Alguien que nunca fue avaro con lo que sabía y con lo que había vivido, al que escribió en el número 1 de la Revista Rebeldía:
“Entre los simpatizantes del zapatismo, la tendencia al olvido de la experiencia de la “vieja” izquierda se basa en aspiraciones correctas, pero también en interpretaciones incorrectas. Entre las primeras cabe citar la sana intención de crear algo nuevo, que supere los vicios de lo anterior; el rechazo a todo tipo de autoritarismo y vanguardismo y la búsqueda de una nueva identidad. Entre las segundas, hay que señalar un fenómeno que surge después de cada movimiento popular que concita la voluntad de cambio de la gente., y que consiste en creer que con ese movimiento ha comenzado realmente la historia y que del pasado ya no hay casi nada que aprender”.
Efectivamente Raúl comprendió que la insurrección zapatista era un verdadero comienzo, pero que los verdaderos comienzos siempre tienen la capacidad de platicar, de dialogar, de verse en el espejo de otros grandes comienzos.
II Comentaba con los familiares de Raúl que dedicaron un gran esfuerzo a la publicación de este libro, que no entendía por qué no había publicado el poema de Cavafis que le da título al libro y a toda la idea del mismo. Yo lo voy a leer.
Ítaca
Cuando te encuentres de camino a Ítaca, desea que sea largo el camino, lleno de aventuras, lleno de conocimientos. A los Lestrigones y a los Cíclopes, al enojado Poseidón no temas,tales en tu camino nunca encontrarás, si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta. A los Lestrigones y a los Cíclopes,al fiero Poseidón no encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si tu alma no los coloca ante ti.
Desea que sea largo el camino. Que sean muchas las mañanas estivales en que con qué alegría, con qué gozo arribes a puertos nunca antes vistos, deténte en los emporios fenicios, y adquiere mercancías preciosas, nácares y corales, ámbar y ébano, y perfumes sensuales de todo tipo, cuántos más perfumes sensuales puedas, ve a ciudades de Egipto, a muchas, aprende y aprende de los instruidos.
Ten siempre en tu mente a Ítaca. La llegada allí es tu destino. Pero no apresures tu viaje en absoluto. Mejor que dure muchos años, y ya anciano recales en la isla, rico con cuanto ganaste en el camino, sin esperar que te dé riquezas Ítaca.
Ítaca te dio el bello viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene más que darte.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó. Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,comprenderás ya qué significan las Ítacas.
Raúl realizó su viaje a Ítaca, su vida, su obra, su trabajo, su militancia, su familia, su lucha por el socialismo, su (nuestro) 1968, su encuentro con las comunidades indígenas zapatistas y su labor junto al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en cada una de estas actividades y en todas ellas en su conjunto encontró el significado de la (su) vida.
Efectivamente, Raúl atravesó su vida pobre y encontró en esas Itacas toda la riqueza de una experiencia de vida. Desde luego, Raúl conoció a cíclopes y lestrigones, y a malvados Poseidones, no tan sólo en el otro campo, incluso también en el que él pensaba que era su campo. Pero siempre tuvo la calidad de espíritu para ponerse por encima de esos monstruos”.
Raúl murió en paz, porque pudo llegar a Ítaca y eso no cualquiera lo logra. Murió en paz porque murió pobre pero sabio. Murió en Paz porque descubrió que significan las Ítacas que están frente a nosotros pero que no siempre las podemos asir.
Murió en Paz porque murió en Ítaca, es decir, en los brazos de sus hijos y su esposa, de sus compañeros y compañeras, de las comunidades zapatistas.
Ítaca es el no lugar al que solamente pueden llegar los puros de espíritu. Los que no se vendieron ni se rindieron, los que no tuvieron miedo para gritarle su rabia a los poderosos, los que siempre fueron amables y cariñosos con sus compañeros. Con sus congéneres.
III Flexible con los demás, inflexible con él mismo. Enemigo del cinismo moderno en el cual todo se vale, lo mismo que de la fatalidad y de la resignación. La militancia entendida por él siempre fue una forma de vida, una razón de vida, fue la vida misma.
Hoy, yo-nosotros-nosotras, sus compañeros-compañeras, aprendices de militantes zapatistas, recordamos al Raúl de la sonrisa que emanaba luz. Al Raúl que vivió de manera diáfana igual que como escribía.
Al Raúl que nos revela la posibilidad de trabajar, militar, construir algo nuevo, siempre con una perspectiva humana, todo esto sin perder el sentido del humor.
Por él, por su vida, por su obra, vale la pena recordar un gran poema de un gran poeta, a pesar de haber sido, en los últimos años de su vida, en el gran ideólogo de la derecha, Octavio Paz:
“Has muerto camarada
En el ardiente amanecer del mundo…
Has muerto. Irremediablemente.
Parada esta tu voz, tu sangre en tierra.
¿Qué tierra crecerá que no te alce?
¿Qué sangre correrá que no te nombre?
¿Qué palabras diremos que no diga tu nombre, tu silencio
El callado dolor de no tenerte?
…Has muerto camarada en el ardiente amanecer del mundo
Has muerto cuando tu mundo, nuestro mundo, amanecía.
Llevabas en los ojos, en el pecho
Tras el gesto implacable de la boca,
un claro sonreír, un alba pura.
Has muerto entre los tuyo, por los tuyos”.
IV Cuando alguien como Raúl muere nos volvemos más pobres. Se pierde una vida, una experiencia, una trayectoria. Ahora será más difícil reconstruir lo que fue la militancia comunista, con sus errores y horrores, con sus actos heroicos y su mística. Será más difícil trasmitir la mística militante que tanto le gustaba contar a Raúl, más orgulloso de su pasado que yo. ¿Quién le va a contar a los jóvenes aprendices de la militancia zapatista lo que fue la lucha de Úrsulo Galván? ¿Quién les platicará sobre Laborde y Campa? ¿Quién les contará sobre el ejemplo de lucha de Othón Salazar? ¿quién les contará sobre la huelga de los médicos, sobre el apoyo a la lucha de las organizacione srfevolucionarias de Centroamérica. Sobre una militancia hecha al filo de la navaja. Donde lo primero que tenías que aprender era a correr.Por eso escribió su libro.
Raul murió entre los suyos y por los suyos. Porque su vida fue entre los suyos y por los suyos.
Y nosotros sus amigos, sus compañeros, sus familiares entendiendo que su muerte nos deja un hueco, que su libro busca llenar, decidimos juntarnos, entrelazar las manos, contar y contarnos cosas de él y de sus luchas; de esa manera la “irremediable muerte” de la que nos habla García Lorca se hace menos desolada. Juntando pedacitos de su vida, de su recuerdo, de su memoria, se va cociendo la herida. Las puntadas de esperanza, de tantos compañeros, amigos y familiares, nos permiten reconstruir el tejido de su vida. Eso se llama fraternidad, y la ventaja de su vida y de su lucha, es que puede y debe ser plural, por eso nos acoge a muchos y creo que con eso conseguimos consuelo frente a lo irremediable. Yo creo que todo esto sirve de mucho, a lo mejor ya los años y las enfermedades comienzan a pesarme, y por eso quiero coser lo inexplicablemente roto.
Hace poco leí unas palabras que creo que se aplican muy bien a Raúl, dicen:
“Eso, lo que fui, para vosotros,
Sigo siéndolo
Dadme el nombre
Que siempre me habéis dado.
Hablad conmigo
Como siempre lo habéis hecho
Seguid riendo
Sobre lo que siempre reímos juntos
¿Porque no puedo existir más
Sólo porque no me podéis ver?
No me he marchado
Sólo estoy en el otro lado del camino”.
Se llamaba Raúl, pero todos le decíamos Jardón. Le gustaba platicar sin ninguna pretensión, incluso cuando hablaba de cosas serias y profundas. Reía, casi todo el tiempo, incluso reaparecía que era un tic de su rostro, eso permitía que todo fuera más fácil. Y, sí, está en el otro lado del camino, pero, de tiempo en tiempo, de vez en vez, hay que parar y platicar con él. Para eso nos dejo este libro. Se llamaba Raúl pero la mayoría le decía compañero. Se llamaba Raúl, pero él y yo siempre nos saludábamos con la palabra Camarada.
Se llamaba Raúl, le decía camarada, y los 2 teníamos dos himnos; el zapatista y la Internacional y no nos daba pena reconocer que conocíamos mejor la Internacional que el zapatista
Se llamaba Raúl le decían Jardón y estando en el otro lado del camino, está con nosotros.
Ciudad de Puebla de Zaragoza a 13 de marzo del 2009.

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